Albarracín, un sueño medieval
Albarracín es considerado por muchos el pueblo más bonito de España. Un delicioso capricho aragonés que aparece de golpe, sin avisar, detrás de una cerrada curva que discurre a orillas del río Guadalaviar. Encaramado en una colina que se levanta en un paisaje agreste y con la escalonada silueta de su cinturón de murallas dominando el horizonte.
A los pies de las murallas, se extiende una madeja de calles empedradas, la mayoría estrechas y empinadas, que conviene devanar a paso lento captando cada pequeño detalle de esta población serrana que nos traslada al ambiente de la Edad Media rural. Así, al adentrarnos en su caserío, podremos apreciar como sus casas se apiñan unas con otras adaptándose al terreno y sin apenas dejar pasar los rayos de sol. Si a esta peculiar arquitectura popular le sumamos las encantadoras plazuelas, el Castillo, los torreones, caserones señoriales, escalinatas, pasadizos e iglesias que encontraremos a nuestro paso, enseguida nos daremos cuenta de que estamos ante una de las joyas del viejo Aragón. No en vano fue declarado Monumento Nacional en 1961 y aspira a convertirse en Patrimonio de la Humanidad.
Tres elementos serán nuestros compañeros de viaje: el yeso, la forja y la madera. Y es que si hay un color que identifica a Albarracín es el tono rojizo de sus casas que se consigue gracias al yeso que se extrae de la Sierra de Albarracín. El uso de la forja es también una constante. Allá donde mires la encontrarás: en los picaportes, aldabas y clavos que decoran las puertas de las casas, en las trabajadas rejas de las ventanas… Y, cómo no, la madera, presente en los voladizos de los tejados, en los balcones y en soberbios portones.
Qué ver en Albarracín
El recorrido que te propongo para conocer Albarracín empieza en su animada e irregular Plaza Mayor, un rincón perfecto para darse un respiro entre tanta cuesta y recuperar fuerzas. Aquí se encuentra ubicado el Ayuntamiento que destaca, a diferencia de otras casas consistoriales aragonesas, por su forma de U casi regular. Un balcón corrido recorre toda su fachada con una bella barandilla de forja.
Desde la Plaza Mayor parte la calle de la Catedral, una de las vías más importantes de Albarracín que nos conduce hasta el Palacio Episcopal y la Catedral. En el Palacio Episcopal, con su soberbia portada barroca, se encuentra situado el Museo Diocesano. Este palacio es, además, la sede de la Fundación de Santa María, una entidad sin ánimo de lucro que realiza una importante labor de restauración del patrimonio de Albarracín. Muy cerca está La Catedral. En su interior destacan la Capilla del Pilar, el retablo del altar mayor y el de la capilla de San Pedro. Eso sí, si quieres verla por dentro, tendrás que contratar un visita guiada con la Fundación Santa María. A los pies de este templo, hay un amplio mirador que nos ofrece unas magníficas vistas de la villa y del enclave natural que la rodea.
De vuelta a Plaza Mayor, podemos adentrarnos en las calles Santiago y Portal de Molina que discurren de forma paralela. En la primera se encuentra la iglesia de Santiago, finalizada en siglo XVIII, y el encantador rincón de la Panadería. El Portal de Molina, por su parte, es otra típica calle en la que los aleros de las casas casi llegan a tocarse. Al final de esta calle nos espera una agradable sorpresa: la Casa de la Julianeta. Ubicada en una esquina, esta casa, la más fotografiada de Albarracín, desafía la ley de la gravedad sin apenas una línea vertical en su estructura y se adapta a las caprichosas pendientes del terreno creando una estampa casi mágica.
„No puedes abandonar Albarracín sin recorrer al menos alguno de sus tramos de la muralla que rodea Albarracín“
La calle del Chorro, la Subida a las Torres y el Portal de Molina te marcarán el camino a seguir para coronarlas. El esfuerzo, importante si no estás en buena forma física o tienes vértigo, realmente merece la pena porque desde allí se divisan unas inmejorables panorámicas de toda la vega del Guadalaviar y de la compleja fisonomía de Albarracín. Sus torreones más importantes son la Torre del Andador y la Torre de Doña Blanca.
Tras tal despliegue de energía, nada mejor que parar a comer en alguno de los restaurantes de Albarracín y degustar platos típicos como el ternasco al horno, el cordero a la pastora, la conserva de cerdo, la trucha o las migas con uvas. De postre, prueba las famosas almohábanas de Ben Razín. Están deliciosas.
Para bajar la comida, te sugiero que des un tranquilo paseo junto al río. A su paso por Albarracín, la cuenca del Guadalaviar cuenta con zonas recreativas y hermosos jardines que invitan al descanso. Ya que estás en esta zona, no dejes de entrar en el Café-Galería El Molino del Gato. Solo te diré que tiene una preciosa terraza junto al río. El resto, prefiero que lo descubras tú